2/7/07

III. Tema - Quién es Dios

1. Dios, Ser Supremo.
2. En el único Dios hay tres Personas.
3. Consecuencias prácticas.

1. Dios, Ser Supremo.
Dios es infinito y trascendente, por eso no podemos tener en esta vida un conocimiento adecuado de la naturaleza divina: supera nuestra capacidad, Pero, a la vez, sí que podemos alcanzar ‑con la razón y la fe‑ un conocimiento limitado de Dios, que comprende algunas de sus características ‑propiedades del Ser Supremo‑. Se llega a ellas a partir de las criaturas, por la semejanza con su Creador, de forma que se depuran sus perfecciones de todo lo que tienen de limitado, y se atribuyen a Dios en grado sumo (40‑42).
40 Puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje sobre Dios lo es también. No podemos nombrar a Dios sino a partir de las criaturas, y según nuestro modo humano limitado de conocer y de pensar.

41 Todas las criaturas poseen una cierta semejanza con Dios, muy especialmente el hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Las múltiples perfecciones de las criaturas (su verdad, su bondad, su belleza) reflejan, por tanto, la perfección infinita de Dios. Por ello, podemos nombrar a Dios a partir de las perfecciones de sus criaturas, "pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sb 13,5).

42 Dios transciende toda criatura. Es preciso, pues, purificar sin cesar nuestro lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de expresión por medio de imágenes, de imperfecto, para no confundir al Dios "inefable, incomprensible, invisible, inalcanzable" (Anáfora de la Liturgia de San Juan Crisóstomo) con nuestras representaciones humanas. Nuestras palabras humanas quedan siempre más acá del Misterio de Dios.


Los rasgos divinos así conocidos más importantes son:

‑ Dios es único: no cabe más Ser Supremo que uno, y Dios se revela como Único (201).
201 A Israel, su elegido, Dios se reveló como el Unico: "Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Dt 6,4-5). Por los profetas, Dios llama a Israel y a todas las naciones a volverse a él, el Unico: "Volveos a mí y seréis salvados, confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro...ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará diciendo: ¡Sólo en Dios hay victoria y fuerza!" (Is 45,22-24; cf. Flp 2,10-11).

‑ Dios puede definirse como la plenitud del Ser, el Ser sin limitación alguna, el Ser por esencia. El ser se toma aquí como la perfección que aglutina toda otra perfección, la perfección suprema. Así se revela Dios mismo, al dar como nombre que define su identidad el de “Yo soy el que soy” (Ex 3, 14) (206 y 213).
14 Dios dijo a Moisés: "Yo soy el que soy". Luego añadió: "Tú hablarás así a los israelitas: ‘Yo soy’ me envió a ustedes".
206 Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el que soy" o también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como la resistencia a tomar un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que él es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45,15), su nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres.
213 Por tanto, la revelación del Nombre inefable "Yo soy el que soy" contiene la verdad que sólo Dios ES. En este mismo sentido, ya la traducción de los Setenta y, siguiéndola, la Tradición de la Iglesia han entendido el Nombre divino: Dios es la plenitud del Ser y de toda perfección, sin origen y sin fin. Mientras todas las criaturas han recibido de él todo su ser y su poseer. El solo es su ser mismo y es por sí mismo todo lo que es.

Este nombre divino es misteriosos como Dios es Misterio.

‑ Se pueden atribuir a Dios, por tanto, las propiedades del ser en grado sumo: Dios es la suma Verdad (215),
215 "Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios" (Sal 119,160). "Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus palabras son verdad" (2 S 7,28); por eso las promesas de Dios se realizan siempre (cf. Dt 7,9). Dios es la Verdad misma, sus palabras no pueden engañar. Por ello el hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas. El comienzo del pecado y de la caída del hombre fue una mentira del tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad.

el sumo Bien ‑y por eso el Amor supremo (221)‑,
221 Pero S. Juan irá todavía más lejos al afirmar: "Dios es Amor" (1 Jn 4,8.16); el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo (cf. 1 Cor 2,7-16; Ef 3,9-12); él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él.

y la suprema Belleza; también es la suprema Inteligencia.

‑ El que es Ser Supremo, por serlo, debe tener también la suprema e infinita capacidad de obrar: la omnipotencia. Es pues el Todopoderoso (268‑269).
268 De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que es esa omnipotencia universal, porque Dios, que ha creado todo (cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9); es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad" (2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18).

"Todo lo que El quiere, lo hace" (Sal 115,3)

269 Las Sagradas Escrituras confiesan con frecuencia el poder universal de Dios. Es llamado "el Poderoso de Jacob" (Gn 49,24; Is 1,24, etc.), "el Señor de los ejércitos", "el Fuerte, el Valeroso" (Sal 24,8-10). Si Dios es Todopoderoso "en el cielo y en la tierra" (Sal 135,6), es porque él los ha hecho. Por tanto, nada ale es imposible (cf. Jr 32,17; Lc 1,37) y dispone a su voluntad de su obra (cf. Jr 27,5); es el Señor del universo, cuyo orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y disponible; es el Señor de la historia: gobierna los corazones y los acontecimientos según su voluntad (cf. Est 4,17b; Pr 21,1; Tb 13,2): "El actuar con inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu brazo?" (Sb 11,21).

"Te compadeces de todos porque lo puedes todo" (Sb 11,23)

‑ La negación en Dios de la limitación de la criatura nos proporciona otros atributos. Así, no pertenece al universo material, por lo que es espiritual y trascendente. No está limitado por el tiempo o la duración, por lo cual es eterno. En resumidas cuentas, al no ser finito ni limitado, es infinito e ilimitado.

2. En el único Dios hay tres Personas.
Dios nos ha querido revelar el misterio de su intimidad, inalcanzable para la razón: que en el único Dios hay tres personas (237).
237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los "misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Cc. Vaticano I: DS 3015. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

Es el misterio central de la fe (234),
234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos" (DCG 47).

revelado explícitamente por Jesucristo, y de una manera nueva. En el Evangelio aparecen los nombres de las personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

No es el absurdo de ser tres y uno “de lo mismo” a la vez: son tres personas, pero un único Ser; es un solo Dios, pero su Ser abarca tres personas. Es una sola naturaleza divina ‑los Tres son plenamente Dios‑, pero tres personas (253).
253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).

Las tres personas son Dios en plenitud, pero son realmente distintas ‑no “diferentes”: la naturaleza es la misma‑ entre sí (254).
254 Las personas divinas son realmente distintas entre si. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.

Esto es indudablemente un misterio, pero no un absurdo; es incomprensible para el hombre, pero no es contradictorio.

Llamándose dos personas “Padre” e “Hijo”, ya se señala que el Hijo es referido al Padre (pero el Padre no crea al Hijo: una criatura no puede ser Dios) (240).
240 Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único, el cual eternamente es Hijo sólo en relación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27).

Los evangelios enseñan que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo conjuntamente (244 y 246).
244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.
246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu "procede del Padre y del Hijo (filioque)". El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: "El Espíritu Santo tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración...Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único, al engendrarlo, a excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente" (DS 1300-1301).


Estas relaciones entre las personas son lo único que las distingue, porque por lo demás cada una es enteramente y por igual Dios (255).
255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).

Por ello también las acciones “hacia fuera” de Dios ‑por ejemplo, la creación‑ son de las tres Personas conjuntamente (258).
258 Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación (cf. Cc. de Constantinopla, año 553: DS 421). "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1 Co 8,6): "uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, un solo el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Cc. de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.

(Se hizo hombre sólo la Segunda Persona, el Hijo; la explicación es que la acción la realizan los Tres, pero el receptor sólo es una Persona: la Segunda).

Este misterio revela que Dios, en su intimidad, no es un “Yo” solitario, sino un “Nosotros”, una comunidad de personas. Lo cual nos enseña que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, no está hecho para encerrarse en sí mismo, sino para darse a los demás; sólo así se puede perfeccionar y ser feliz. Ahora bien, ¿es éste el único motivo por el que se nos revela este misterio? No. Jesucristo lo muestra sobre todo porque al hacerse hombre nos permite participar de su condición divina, y así estamos llamados a “entrar” en la intimidad divina, en la vida intratrinitaria (260),
260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).

Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la Beata Isabel de la Trinidad).


de la que ya tenemos una primicia en la vida terrena con la llamada “gracia santificante” ‑recibida por primera vez en el Bautismo‑, aunque la recibiremos plenamente en la gloria del cielo.

3. Consecuencias prácticas.
Puede distinguirse entre las derivadas de Dios Uno y las derivadas de Dios Trino, bien entendido que estas últimas asumen las primeras.

‑ “Creer en Dios, el único, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida” (222):
143 Creer en Dios, el Unico, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida:

es reconocer la grandeza y la majestad de Dios; es vivir en acción de gracias; es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres, es usar bien de las cosas creadas; es confiar en Dios en todas las circunstancias (223-227).
223 Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: "sí, Dios es tan grande que supera nuestra ciencia" (Jb 36,26). Por esto Dios debe ser "el primer servido" (Santa Juan de Arco).

224 Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Unico, todo lo que somos y todo lo que poseemos vienen de él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1 Co 4,7). "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?" (Sal 116,12).

225 Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26).

226 Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Unico, nos lleva a usar de todo lo que no es él en la medida en que nos acerca a él, y a separarnos de ello en la medida en que nos aparta de Él (cf. Mt 5,29-30; 16, 24; 19,23-24):

Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti. Señor mío y Dios mío, despójame de mi mismo para darme todo a ti (S. Nicolás de Flüe, oración).

227 Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente:

Nada te turbe / Nada te espante
Todo se pasa / Dios no se muda
La paciencia todo lo alcanza /
quien a Dios tiene/Nada le falta:
Sólo Dios basta



‑ La Trinidad y nuestra participación en ella nos muestran en primer lugar la dimensión sobrenatural de la dignidad humana: somos hijos de Dios (hijos en el Hijo), un título mucho más elevado que el de ser hombre a secas; y de este modo también se pone de manifiesto la dimensión moral de la conducta que se espera de nosotros: estamos llamados a obrar no ya como “buenas personas”, sino como hijos de Dios.

‑ Además, nos enseña a valorar la gracia que recibimos en el Bautismo, y a esforzarnos para no perderla por el pecado grave.

‑ Y esta llamada a participar de la intimidad divina es una invitación a poner los medios para adquirir un trato íntimo con Dios por medio de la oración.


Bibliografía

Textos básicos:
‑ POLO CARRASCO, Jesús, 50 preguntas sobre Dios, folletos MC, n° 502.

Libros que requieren cierta formación:
‑ JUAN PABLO 11, La existencia de Dios, y La Santísima Trinidad, folletos MC nn. 419 y 421.
‑ TRESE, Leo, La fe explicada (Ed. Rialp), pag. 32‑44.
‑ KNOX, Ronald, El Credo a cámara lenta (Ed Palabra), pag. 167‑170

No hay comentarios: