2/7/07

XXII. Tema - La Unción de enfermos. El Orden sacerdotal

1. La Unción de enfermos.
2. El Orden sacerdotal.
3. Aplicaciones prácticas.

1. La Unción de enfermos.
Es un sacramento “especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad” (1511).
1511 La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos:

Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por Mc (cf.Mc 6,13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago, apóstol y hermano del Señor [cf. St 5,14-15] (Cc. de Trento: DS 1695).


“No es un sacramento sólo para aquéllos que están a punto de morir. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez” (1514).
1514 La unción de los enfermos "no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez" (SC 73; cf CIC, can. 1004,1; 1005; 1007; CCEO, can. 738).

Se puede reiterar por enfermedad distinta o por agravamiento de la misma (1515).
1515 Si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de edad edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan.

El principal efecto es un aumento de la gracia (sólo en algunos casos en los que es imposible administrar el sacramento de la Penitencia la Unción restituye la gracia perdida, aunque ésta tiene virtud de perdonar pecados). “Es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente la tentación de desaliento y de angustia ante la muerte” (1520).
1520 Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de este sacramento es un gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte (cf. Hb 2,15). Esta asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios (cf Cc. de Florencia: DS 1325). Además, "si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5,15; cf Cc. de Trento: DS 1717).

“Quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios” (1520).
1520 Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de este sacramento es un gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte (cf. Hb 2,15). Esta asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios (cf Cc. de Florencia: DS 1325). Además, "si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5,15; cf Cc. de Trento: DS 1717).

Prepara así para el tránsito final (1523),
1523 Una preparación para el último tránsito. Si el sacramento de la unción de los enfermos es concedido a todos los que sufren enfermedades y dolencias graves, lo es con mayor razón "a los que están a punto de salir de esta vida" ("in exitu viae constituti"; Cc. de Trento: DS 1698), de manera que se la llamado también "sacramentum exeuntium" ("sacramento de los que parten", ibid.). La Unción de los enfermos acaba de conformarnos con la muerte y a la resurrección de Cristo, como el Bautismo había comenzado a hacerlo. Es la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana; la del Bautismo había sellado en nosotros la vida nueva; la de la Confirmación nos había fortalecido para el combate de esta vida. Esta última unción ofrece al término de nuestra vida terrena un sólido puente levadizo para entrar en la Casa del Padre defendiéndose en los últimos combates (cf ibid.: DS 1694).

sobre todo cuando se administra tras la Penitencia y le sigue la Eucaristía –el llamado “Viático”- (1525).
1525 Así, como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada "los sacramentos de la iniciación cristiana", se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, "los sacramentos que preparan para entrar en la Patria" o los sacramentos que cierran la peregrinación.

El signo consiste en una unción con crisma –normalmente en frente y manos-, junto con las palabras “Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad” (1513).
1513 La Constitución apostólica "Sacram Unctionem Infirmorum" del 30 de Noviembre de 1972, de conformidad con el Concilio Vaticano II (cf SC 73) estableció que, en adelante, en el rito romano, se observara lo que sigue:

El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a los gravemente enfermos ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva debidamente bendecido o, según las circunstancias, con otro aceite de plantas, y pronunciando una sola vez estas palabras: "per istam sanctam unctionem et suam piissimam misericordiam adiuvet te Dominus gratia spiritus sancti ut a peccatis liberatum te salvet atque propitius allevet" ("Por esta santa Unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad", cf. CIC, can. 847,1).


El ministro es sólo el sacerdote (obispo o presbítero) (1516).
1516 Solo los sacerdotes (obispos y presbíteros) son ministros de la unción de los enfermos (cf Cc. de Trento: DS 1697; 1719; CIC, can. 1003; CCEO. can. 739,1). Es deber de los pastores instruir a los fieles sobre los beneficios de este sacramento. Los fieles deben animar a los enfermos a llamar al sacerdote para recibir este sacramento. Y que los enfermos se preparen para recibirlo en buenas disposiciones, con la ayuda de su pastor y de toda la comunidad eclesial a la cual se invita a acompañar muy especialmente a los enfermos con sus oraciones y sus atenciones fraternas.

2. El Orden sacerdotal.
“Es un sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos” (1536).
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

(Sobre la institución y la misión del ministerio apostólico por Cristo ya se ha tratado en la primera parte. Aquí sólo se trata de la realidad sacramental mediante la que se transmite este ministerio)


Para quienes lo reciben, supone un sacerdocio ministerial añadido al sacerdocio común de los fieles, diferente de éste esencialmente –no sólo en grado-; los dos están ordenados el uno al otro, estando el ministerial al servicio del común (1547).
1547 El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, "aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo" (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.

Un único sacramento “comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado” (1536).
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

(Sobre la institución y la misión del ministerio apostólico por Cristo ya se ha tratado en la primera parte. Aquí sólo se trata de la realidad sacramental mediante la que se transmite este ministerio)


El episcopado tiene la plenitud del sacerdocio (1557).
1557 El Concilio Vaticano II "enseña que por la consagración episcopal se recibe la plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos Padres, `sumo sacerdocio' o `cumbre del ministerio sagrado'" (ibid.).

El presbiterado es propiamente sacerdocio (1564),
1564 "Los presbíteros, aunque no tengan la plenitud del sacerdocio y dependan de los obispos en el ejercicio de sus poderes, sin embargo están unidos a éstos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del Orden, quedan consagrados como verdaderos sacerdotes de la Nueva Alianza, a imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (Hb 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para anunciar el Evangelio a los fieles, para dirigirlos y para celebrar el culto divino" (LG 28).

que participa de la consagración y misión del episcopado (1562).
1562 "Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo, hizo a los obispos partícipes de su misma consagración y misión por medio de los Apóstoles de los cuales son sucesores. Estos han confiado legítimamente la función de su ministerio en diversos grados a diversos sujetos en la Iglesia" (LG 28). "La función ministerial de los obispos, en grado subordinado, fue encomendada a los presbíteros para que, constituidos en el orden del presbiterado, fueran los colaboradores del Orden episcopal para realizar adecuadamente la misión apostólica confiada por Cristo" (PO 2).

El diaconado está “para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio” (1569).
1569 "En el grado inferior de la jerarquía están los diácon os, a los que se les imponen las 'para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio'" (LG 29; cf CD 15). En la ordenación al diaconado, sólo el obispo impone las manos , significando así que el diácono está especialmente vinculado al obispo en las tareas de su "diaconía" (cf S. Hipólito, trad. ap. 8).

El ministro del sacramento es siempre el obispo. El signo está compuesto, en lo esencial, por la imposición de manos del obispo sobre la cabeza del ordenando, junto con unas palabras consecratorias, que varían en cada grado (1573).
1573 El rito esencial del sacramento del Orden está constituido, para los tres grados, por la imposición de manos del obispo sobre la cabeza del ordenando así como por una oración consecratoria específica que pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones apropiados al ministerio para el cual el candidato es ordenado (cf Pío XII, const. ap. Sacramentum Ordinis, DS 3858).

Hay bastantes ritos complementarios (1574).
1574 Como en todos los sacramentos, ritos complementarios rodean la celebración. Estos varían notablemente en las distintas tradiciones litúrgicas, pero tienen en común la expresión de múltiples aspectos de la gracia sacramental. Así, en el rito latino, los ritos iniciales - la presentación y elección del ordenando, la alocución del obispo, el interrogatorio del ordenando, las letanías de los santos - ponen de relieve que la elección del candidato se hace conforme al uso de la Iglesia y preparan el acto solemne de la consagración; después de ésta varios ritos vienen a expresar y completar de manera simbólica el misterio que se ha realizado: para el obispo y el presbítero la unción con el santo crisma, signo de la unción especial del Espíritu Santo que hace fecundo su ministerio; la entrega del libro de los evangelios, del anillo, de la mitra y del báculo al obispo en señal de su misión apostólica de anuncio de la palabra de Dios, de su fidelidad a la Iglesia, esposa de Cristo, de su cargo de pastor del rebaño del Señor; entrega al presbítero de la patena y del cáliz, "la ofrenda del pueblo santo" que es llamado a presentar a Dios; la entrega del libro de los evangelios al diácono que acaba de recibir la misión de anunciar el evangelio de Cristo.

“Este sacramento configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de servir de instrumento a Cristo en favor de su Iglesia” (1581).
1581 Este sacramento configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de servir de instrumento de Cristo en favor de su Iglesia. Por la ordenación recibe la capacidad de actuar como representante de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en su triple función de sacerdote, profeta y rey.

Como todo sacramento, confiere gracia santificante. “Confiere también un carácter espiritual indeleble” que lo hace perpetuo (1582).
1582 Como en el caso del Bautismo y de la Confirmación, esta participación en la misión de Cristo es concedida de una vez para siempre. El sacramento del Orden confiere también un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo determinado (cf Cc. de Trento: DS 1767; LG 21.28.29; PO 2).

Sobre el sujeto, hay que decir en primer lugar que “sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación” (1577).
1577 "Sólo el varón (vir ) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación" (CIC, can 1024). El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce apóstoles (cf Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (S.Clemente Romano Cor, 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (cf Juan Pablo II, MD 26-27; CDF decl. "Inter insigniores": AAs 69 [1977] 98-116).

Es así porque Cristo lo hizo y lo quiso así, y “la Iglesia se siente vinculada por esta decisión del Señor” (1577).
1577 "Sólo el varón (vir ) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación" (CIC, can 1024). El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce apóstoles (cf Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (S.Clemente Romano Cor, 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (cf Juan Pablo II, MD 26-27; CDF decl. "Inter insigniores": AAs 69 [1977] 98-116).

Pero no puede verse como un derecho del varón: “nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden” (1578);
1578 Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. En efecto, nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios (cf Hb 5,4). Quien cree reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido.

“sólo puede ser recibido como un don inmerecido” por aquellos que han sido llamados por Dios y la Iglesia (1578).
1578 Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. En efecto, nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios (cf Hb 5,4). Quien cree reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido.

Hay bastantes requisitos para la recepción lícita y fructuosa: destacan el haber recibido la Confirmación, la edad mínima (23 años para diáconos, 25 para presbíteros, y 35 con cinco años de sacerdocio para el obispo), varias cualidades personales, haber realizado los estudios pertinentes, etc.

“Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y tienen la voluntad de guardar el celibato ‘por el Reino de los cielos’” (1579).
1579 Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus "cosas" (cf 1 Co 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (cf PO 16).

El celibato es un don de Dios, y el sacerdotal tiene su razón de ser en la configuración con Cristo y la entrega entera a Dios y los hombres.

3. Aplicaciones prácticas.

- La Unción de enfermos enseña, por una parte, la necesidad de ayudar a preparar para el encuentro definitivo con Cristo a quienes viven sus últimos días. Por otra parte, enseña el valor sobrenatural, purificador, de la enfermedad: cfr. Surco 251, 253, 254.
251. Me decías: "me veo, no sólo incapaz de ir adelante en el camino, sino incapaz de salvarme ¡pobre alma mía!-, sin un milagro de la gracia. Estoy frío y -peor¡como indiferente: igual que si fuera un espectador de mi caso¨, a quien nada importara lo que contempla. ¿Serán estériles estos días? - Y, sin embargo, mi Madre es mi Madre, y Jesús es -¿me atrevo?¡ mi Jesús! Y hay almas santas, ahora mismo, pidiendo por mí". - -Sigue andando de la mano de tu Madre, te repliqué, y "atrévete" a decirle a Jesús que es tuyo. Por su bondad, El pondrá luces claras en tu alma.
253. No perdiéndote a Ti, para mí no habrá pena que sea pena.
254. A nadie niega Jesús su palabra, y es una palabra que sana, que consuela, que ilumina. - -Para que tú y yo lo recordemos siempre, también cuando nos encontremos fatigados por el peso del trabajo o de la contradicción.

- La doctrina sobre el Orden sacerdotal muestra la dignidad del sacerdocio y el respeto debido al sacerdote: cfr. Camino 66-75;
66. El Sacerdote -quien sea- es siempre otro Cristo.
67. No quiero -por sabido- dejar de recordarte otra vez que el Sacerdote es "otro Cristo". -Y que el Espíritu Santo ha dicho: "nolite tangere Christos meos" -no queráis tocar a "mis Cristos".
68. Presbítero, etimológicamente, es tanto como anciano. -Si merece veneración la ancianidad, piensa cuánto más habrás de venerar al Sacerdote.
69. Qué poca finura de espíritu -y qué falta de respeto- supone dedicar bromas y vayas al Sacerdote -quien sea- bajo ningún pretexto!
70. Insisto: esas bromas -burlas- al Sacerdote, con todas las circunstancias que a ti te parezcan atenuantes, son siempre, por lo menos, una ordinariez, una chabacanería.
71. Cómo hemos de admirar la pureza sacerdotal! -Es su tesoro.
-Ningún tirano podrá arrancar jamás a la Iglesia esta corona.
72. No me pongas al Sacerdote en el trance de perder su gravedad.
Es virtud que, sin envaramiento, necesita tener. Cómo la pedía - Señor, dame... ochenta años de gravedad!- aquel clérigo joven, nuestro amigo!
Pídela tú también, para el Sacerdocio entero, y habrás hecho una buena cosa.
73. Te ha dolido -como una puñalada en el corazón- que dijeran de ti que hablaste mal de aquellos sacerdotes. -Y me alegro de tu dolor: ahora sí que estoy seguro de tu buen espíritu!
74. Amar a Dios y no venerar al Sacerdote... no es posible.
75. Como los hijos buenos de Noé, cubre con la capa de la caridad las miserias que veas en tu padre, el Sacerdote.


también, la conveniencia de rezar por ellos: cfr. Forja 964-965.
964. Pide para los sacerdotes, los de ahora y los que vendrán, que amen de verdad, cada día más y sin discriminaciones, a sus hermanos los hombres, y que sepan hacerse querer de ellos.
965. Pensando en los sacerdotes del mundo entero, ayúdame a rezar por la fecundidad de sus apostolados. --Sacerdote, hermano mío, habla siempre de Dios, que, si eres suyo, no habrá monotonía en tus coloquios.

- Asimismo, la existencia de personas que responden a una llamada divina con una entrega a Dios y a los demás, recuerda el sentido vocacional de la vida del cristiano, y anima a descubrir la propia vocación. Vid. al respecto el capítulo de Camino “Llamamiento”.
902. ¿Por qué no te entregas a Dios de una vez..., de verdad... ahora!?
903. Si ves claramente tu camino, síguelo. -¿Cómo no desechas la cobardía que te detiene?
904. "Id, predicad el Evangelio... Yo estaré con vosotros..." -Esto ha dicho Jesús... y te lo ha dicho a ti.
905. El fervor patriótico -laudable- lleva a muchos hombres a hacer de su vida un "servicio", una "milicia". -No me olvides que Cristo tiene también "milicias" y gente escogida a su "servicio".
906. "Et regni ejus non erit finis". - Su Reino no tendrá fin! ¿No te da alegría trabajar por un reinado así?
907. "Nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse?" -¿No sabíais que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? Respuesta de Jesús adolescente. Y respuesta a una madre como su Madre, que hace tres días que va en su busca, creyéndole perdido. -Respuesta que tiene por complemento aquellas palabras de Cristo, que transcribe San Mateo: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí".
908. Es demasiada simplicidad la tuya cuando juzgas el valor de las empresas de apostolado por lo que de ellas se ve. -Con ese criterio habrías de preferir un quintal de carbón a un puñado de diamantes.
909. Ahora, que te entregaste, pídele una vida nueva, un "resello": para dar firmeza a la autenticidad de tu misión de hombre de Dios.

910. Eso -tu ideal, tu vocación- es... una locura. -Y los otros -tus amigos, tus hermanos- unos locos... ¿No has oído este grito alguna vez muy dentro de ti? -Contesta, con decisión, que agradeces a Dios el
honor de pertenecer al "manicomio".
911. Me escribes: "el deseo tan grande que todos tenemos de que "esto" marche y se dilate parece que se va a convertir en impaciencia. ¿Cuándo salta, cuándo rompe..., cuándo veremos nuestro al mundo?" Y
añades: "el deseo no será inútil si lo desfogamos en "coaccionar", en importunar al Señor: entonces tendremos un tiempo formidablemente ganado".
912. Me explico el sufrimiento tuyo cuando en medio de tu forzosa inactividad consideras la tarea que falta por hacer. -No te cabe el corazón en el planeta, y tiene que amoldarse... a una labor oficial minúscula. Pero, ¿para cuándo dejamos el "fiat"?...
913. No lo dudes: tu vocación es la gracia mayor que el Señor ha podido hacerte. -Agradécesela.
914. Qué pena dan esas muchedumbres -altas y bajas y de en medio- sin ideal! -Causan la impresión de que no saben que tienen alma: son... manada, rebaño..., piara. Jesús: nosotros, con la ayuda de tu Amor
Misericordioso, convertiremos la manada en mesnada, el rebaño en ejército..., y de la piara extraeremos, purificados, a quienes ya no quieran ser inmundos.
915. Las obras de Dios no son palanca, ni peldaño.
916. Señor, haznos locos, con esa locura pegadiza que atraiga a muchos a tu apostolado.

917. "Nonne cor nostrum ardens erat in nobis, dum loqueretur in via?" -¿Acaso nuestro corazón no ardía en nosotros cuando nos hablaba en el camino? Estas palabras de los discípulos de Emaús debían salir
espontáneas, si eres apóstol, de labios de tus compañeros de profesión, después de encontrarte a ti en el camino de su vida.
918. Ve al apostolado a darlo todo, y no a buscar nada terreno.
919. Al quererte apóstol, te ha recordado el Señor, para que nunca lo olvides, que eres "hijo de Dios".
920. Cada uno de vosotros ha de procurar ser un apóstol de apóstoles.
921. Tú eres sal, alma de apóstol. -"Bonum est sal" -la sal es buena, se lee en el Santo Evangelio, "si autem sal evanuerit" -pero si la sal se desvirtúa..., nada vale, ni para la tierra, ni para el estiércol; se arroja fuera como inútil. Tú eres sal, alma de apóstol. -Pero, si te desvirtúas...
922. Hijo mío: si amas tu apostolado, está seguro de que amas a Dios.
923. El día que "sientas" bien tu apostolado, ese apostolado será para ti una coraza donde se embotarán todas las asechanzas de tus enemigos de la tierra y del infierno.
924. Pide siempre tu perseverancia y la de tus compañeros de apostolado, porque nuestro adversario, el demonio, de sobra conoce que sois sus grandes enemigos..., y una caída en vuestras filas cuánto le
satisface!
925. Como los religiosos observantes tienen afán por saber de qué manera vivían los primeros de su orden o congregación, para acomodarse ellos a aquella conducta, así tú -caballero cristiano- procura conocer e
imitar la vida de los discípulos de Jesús, que trataron a Pedro y a Pablo y a Juan, y casi fueron testigos de la Muerte y Resurrección del Maestro.
926. Me preguntas..., y te contesto: tu perfección está en vivir perfectamente en aquel lugar, oficio y grado en que Dios, por medio de la autoridad, te coloque.
927. Orad los unos por los otros. -¿Que aquél flaquea?... -¿Que el otro?... Seguid orando, sin perder la paz. -¿Que se van? ¿Que se pierden?... El Señor os tiene contados desde la eternidad!
928. Tienes razón. -Desde la cumbre -me escribes- en todo lo que se divisa -y es un radio de muchos kilómetros-, no se percibe ni una llanura: tras de cada montaña, otra. Si en algún sitio parece suavizarse el
paisaje, al levantarse la niebla, aparece una sierra que estaba oculta. Así es, así tiene que ser el horizonte de tu apostolado: es preciso atravesar el mundo. Pero no hay caminos hechos para vosotros... Los haréis, a través de las montañas, al golpe de vuestras pisadas.

Bibliografía

Textos básicos:

- TRESE, Leo, La fe explicada (Ed. Rialp), pag. 548-582.

Libros que requieren cierta formación:

- JUAN PABLO II, Creo en la Iglesia (Ed. Palabra), pag. 164-169, 294-299, 346-351.
- BEATO JOSEMARÍA. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amar a la Iglesia, homilía Sacerdote para la eternidad.
- MOLINÉ, Enric, Los siete sacramentos (Ed. Rialp), pag. 145-168.
- FROSSARD, André, Preguntas sobre Dios (Ed. Rialp), pag. 129-130.

No hay comentarios: